Ayer se quejaba una alumna porque el tema que estamos trabajando en clase es muy difícil. Dice que estudio hora y media para el examen y que de todas formas ha suspendido.
Conclusión, el tema le importa muy poco y lo que tiene son ganas de acabar la ESO y hace lo mínimo necesario para conseguirlo. No siente ningún reto para esforzarse, sólo apatía.
Después mientras seguí explicando, otros alumnos comentaban en voz alta - ¡Que difícil! Yo sentía la enorme pereza que les daba pensar en algo que requería esfuerzo.
La conclusión más habitual es que los alumnos no se quieren esforzar, que se está perdiendo la cultura del esfuerzo y que hemos de fomentar los hábitos de esfuerzo.
Pero yo veo el motor que mueve a mis hijos a explorar, a buscar, a experimentar, ... cuando juegan en las calles de Mura. Y siento que el motor ya viene preparado de fábrica para rendir al máximo y hacerlo con pasión y alegria.
Francamente desde mi profunda intuición siento que el sistema escolar primero liquida la pasión, la curiosidad y la vitalidad de aprender y luego pasamos a quejarnos de que nuestros alumnos no se quieren esforzar y que son apáticos.

Muchas veces siento que confundimos aprender, con hacer muchos deberes y cosas diferentes y acumular más y más conocimientos. Pero no nos engañemos, si para el alumno el aprendizaje no ha sido un reto que mueve su pasión y su motor interno, entonces se convierte en rutina y no deja demasiado poso. El resultado es que de lo que aprenden sólo recuerdan quizás un 25% (yo me atrevería a decir que menos). Cualquier empresa con este grado de eficacia iría rápidamente a la quiebra.
Me gustaría que entre todos fuéramos más exigentes y pidiéramos a nuestros alumnos que asuman retos y lo hagan con energía, con alegría, con pasión y con exigencia, pero hemos de revisar la manera de hacerlo y dejar de confundir la cantidad con la calidad. Un trabajo bien hecho, con rigor, que mueve la pasión y que plantea dificultades que el alumno ha de resolver es mucho mejor que 10 trabajos rutinarios y aburridos.
Se que el tema tiene muchos más matices, y por eso la discusión y el debate son sanos, pero ningún debate puede sustituir a la acción, y es el momento de arriesgarse a probar cosas diferentes.
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