
La figura de apego seguro representa para el bebé la seguridad básica esencial para poder explorar y aprender. La ausencia de la vinculación de apego seguro puede inhibir el deseo y la capacidad exploratoria y, por consiguiente, la de aprender.
La disponibilidad y la sensibilidad del cuidador permite que se desarrolle en el niño un estado emocional basado en la sensación de seguridad. Este sentimiento de seguridad es un elemento necesario para el adecuado desarrollo de las capacidades cognitivas y sociales en el niño, que se basan en la exploración, permitiéndole su evolución hacia un mayor grado de autonomía. De esta manera, en su proceso evolutivo, el niño irá pasando de la dependencia adictiva a una separación y diferenciación cada vez mayor de las personas que lo cuidan, para lograr, progresivamente, un mayor grado de individuación y autonomía.

La ausencia de un apego seguro instala al niño en la dependencia del cuerpo físico y de la presencia real de la madre, o de objetos que son meros sustitutos de su presencia real y de los cuales no se puede separar. En estos casos, el niño no puede desplazar las cualidades que le dan seguridad a otros objetos porque ese objeto, como la madre, es el que tiene las cualidades y no él, no pudiendo desarrollar su potencial creativo subjetivo, a la vez que queda expuesto al desarrollo progresivo de una tendencia a establecer relaciones adictivas con objetos y personas.
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