Cuando camino por la montaña el terreno suele ser duro y pedregoso, cuando camino estoy alerta y atento a cada paso que doy, pues la caída puede ser dolorosa. El terreno pedregoso me invita a avanzar con atención y conciencia, tomando la responsabilidad de cada paso que doy.
En la crianza de mis hijos puedo ser una madre/padre envolvente, cuidador, reparador, comprensivo y salvador... Si me excedo en esta función el hijo/a puede ser abducido por este canto de sirenas, por esta dulcísima miel... y puede quedar atrapado en una dependencia agradable que el niño toma con gusto hasta embriagarse... ¿ pero puede así crecer el niño y caminar hacia la autonomía?
Si tomo la polaridad opuesta y me entrego a la crianza desde la dureza, la norma estricta, el castigo y la exigencia, entonces el hijo/a puede sentirse empujado hacia el mundo exterior. Desde este lugar el niño puede sentirse obligado a hacer unas conquistas y a asumir unas metas altas de manera prematura para satisfacer las expectativas de mamá o papá.

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